Los gurús del marketing adoran hablar de arquetipos narrativos como quien describe vinos caros: “Este es un Héroe clásico con notas de Mentor”. El Rebelde, el Explorador, el Amante… personajes tan antiguos como las fogatas donde se contaron las primeras historias. Y tan predecibles, en su forma pura, como el final de una comedia romántica.
El problema es que tu cliente moderno ha visto estos personajes mil veces. Ha sido cortejado por Rebeldes que usan exactamente la misma chaqueta de cuero narrativa. Ha seguido a Exploradores idénticos hacia horizontes sospechosamente similares.
La magia ocurre cuando das a estos viejos arquetipos algunas arrugas. Algunas contradicciones. Algunas imperfecciones que los vuelven reconocibles pero sorprendentes.
Tu marca no necesita ser un Sabio perfecto. Quizá sea un Sabio que a veces tropieza con sus propios libros. Tu producto no tiene que ser el Héroe infalible, sino el Héroe que venció precisamente porque conocía el fracaso.
Las grandes empresas no venden productos mediante personajes planos. Venden mediante personajes que parecen lo suficientemente reales como para invitarlos a cenar.
Lego no es simplemente “El Creador” – es el creador que también entiende tu necesidad de conexión. Nike no es solo “El Héroe” – es el héroe que reconoce tus dudas antes de la carrera.
Dale algunas canas a tus arquetipos. El mercado está saturado de juventud eterna; la autenticidad, en cambio, nunca pasa de moda.